Cómo decir sin decir


Diálogo directo vs diálogo indirecto


El diálogo es una de las partes más importantes de la novela, contar con buenos diálogos es fundamental para hacer de tu escrito una buena obra en lugar de un texto flojo o incluso mediocre. Por eso debemos cuidar mucho esta parte crucial de nuestra novela y evitar los diálogos forzados, poco realistas o redundantes. En pocas palabras: no al diálogo directo.


Pero ¿qué es el diálogo directo?

Este tipo de diálogo, también conocido como “on-the-nose dialogue” dice exactamente lo que significa, de forma simple y llana. Si el personaje está dolido porque lo han abandonado y dice “estoy dolido porque me has abandonado”, estamos ante un caso de diálogo directo.

El diálogo on-the-nose es bidimensional y puede resultar muy aburrido en cuanto que no deja espacio para la imaginación, la suposición, la sospecha, no hace pensar al lector, simplemente dice lo que quiere decir y ya está. Puede parecernos que esto no es malo en absoluto, se dice lo que se piensa o se siente y así todo queda claro, ¿no?

Sin embargo esto es muy poco realista, las personas somos seres complejos con una mente complicada y establecemos relaciones del mismo tipo, lo que hace que nuestras conversaciones normalmente estén llenas de doble sentido; usamos la ironía, o la diplomacia o incluso el engaño, incluso el más honesto no siempre lo dice todo, dependiendo de la persona con la que estamos hablando damos cierta información y omitimos otra, o damos vueltas de puntillas sobre un tema del que no podemos hablar libremente o que nos resulta difícil o doloroso.

Si aspiramos a que nuestros personajes sean realistas, tendremos que usar diálogos realistas, y eso excluye el diálogo directo. Debemos hacer las conversaciones de nuestros personajes más humanas, más reales, más sutiles y ricas dando pie a que el lector pueda leer entre líneas. Pero ¿cómo conseguir esto? Te lo cuento a continuación.

Del diálogo directo al indirecto

Lo primero que debemos hacer es identificar esos diálogos on-the-nose en nuestra novela y, una vez localizados, observar bien cómo el personaje está diciendo exactamente lo que piensa o siente. Elimínalo y ponte a trabajar sobre esta parte. Puedes usar algunas herramientas que te propongo más abajo.

1. Hablar sobre lo que no se cuenta

No afirmes de manera absoluta, no menciones abiertamente aquello sobre lo que los personajes quieren hablar en realidad. Imagina que por algún motivo no pueden expresarlo pero hay una necesidad de hablar sobre ello. Insinúa, haz que la conversación gire en torno al tema en cuestión sin mencionarlo claramente.

2. Usar la ironía

Si el carácter del personaje se presta a ello, puedes usar la ironía para que hable de forma indirecta. Pero no siempre es necesario usar palabras irónicas para lograr el efecto que deseamos, puedes usar un diálogo directo donde el personaje dice exactamente lo que quiere decir y expresa sus pensamientos o emociones reales pero en el entorno de una situación que hace de su discurso algo irónico (la ironía de la situación hará el trabajo).

3. Silencio

A veces es mejor no hablar en absoluto que decir algo obvio o redundante. En el silencio hay una gran carga de significado (recuerda aquello de “el que calla otorga”, por ejemplo) y un personaje puede decir mucho sin abrir la boca. En vez de hacerle expresar con palabras claras lo que piensa o siente, muéstralo mientras se mantiene en silencio, el resultado será mucho más efectivo.


Ahora que ya conoces la diferencia entre el diálogo directo y el indirecto, solo tienes que reunir a tus personajes y hacerles hablar... o no ;-)




¿Contar... o mostrar?


En las últimas décadas se ha ido haciendo más y más popular en creación literaria la regla de “mostrar, no contar”. Es lógico ya que nuestra percepción está cada vez más influenciada por el cine y la televisión, vivimos en una cultura de la imagen y estamos acostumbrados a que se nos “muestren” las cosas, además la inmediatez a que nos han acostumbrado los medios de comunicación actuales nos han vuelto impacientes ante los discursos largos, lentos o superfluos. El lector de hoy no tiene tiempo para un narrador que divaga, quiere ir al grano y “ver” desde la primera fila lo que ocurre en la historia que lee, su cerebro está constantemente generando imágenes mientras pasa las páginas y esas imágenes deben ser significativas o de lo contrario cerrará el libro y lo habremos perdido.


Con “ver desde la primera fila” me refiero a presenciar, no se trata tan solo de crear imágenes en su mente sino de transmitirle emociones, sensaciones; el lector quiere emocionarse y sentir, si conseguimos provocar esto lo habremos enganchado a la historia y, para logarlo, necesitamos mostrar más que contar. Mostrar transmite emociones y sentir le permite entrar en la historia, hacerla suya, vivirla, el lector no se puede conectar con lo que está leyendo a menos que tenga una reacción emocional.

Para “mostrar” tal y como el lector espera hay que narrar, pues, como si fuéramos una cámara que enfoca constantemente una escena tras otra, pero hay que hacerlo además de forma dinámica o el “plano” resultará aburrido y pesado. Cada escena tiene un momento crucial, una clave, y de esa clave depende el enfoque de nuestra cámara, los movimientos que hagamos o los recursos que usemos (un plano detalle, un zoom para acercarnos o alejarnos, un barrido o una panorámica…)
Se pueden mostrar situaciones, escenarios, sensaciones, sentimientos o emociones, estados mentales y pensamientos, incluso se puede aplicar la regla de “mostrar” a los diálogos. ¿Cómo hacerlo? He aquí algunos consejos:

1. Usar verbos que muestren, no que cuenten. Suena obvio, sin embargo no siempre nos damos cuenta de que estamos contando y solo cuando releemos la escena que hemos escrito vemos que tenemos que sustituir muchos de los verbos utilizados.

2. Ser específico y dar detalles. Los detalles, siempre que sean significativos, aportan profundidad y realismo a la historia, siendo específicos ayudamos al lector a imaginar y ofrecemos información más clara y sensitiva.

3. Brevedad y concisión. Sin embargo no debemos pasarnos con los detalles, éstos deben ser concisos y pertinentes, no divaguemos ni inundemos la escena de detalles superfluos que no aportan información útil.

4. Usar los cinco sentidos. Cuanto más sensitiva sea la narración más fácil le resultará al lector sentirla, involucrarse y conectar con la historia.

5. Usar recursos fílmicos. Imagina que estás viendo una película de la escena que quieres escribir y narra como lo haría la cámara; enfoca un detalle importante, recorre el escenario, introduce un fundido en negro, etc… hay infinidad de opciones que puedes utilizar para dar más sentido o un efecto concreto a la narración.



6. No nombres las emociones. Si hay un punto en el que esta regla no debería olvidarse es a la hora de mostrar emociones, no le cuentes al lector cómo se siente el personaje porque fallarás a la hora de transmitirle lo que ese personaje está experimentando, muéstraselo y tendrás muchas más posibilidades de conseguir su empatía. Una forma de mostrar un sentimiento es habar de la motivación, hacer saber al lector por qué el personaje se comporta de la forma en que lo hace.

7. Acotaciones de diálogo. Evita usar constantemente la fórmula “dijo el personaje” en los diálogos, muestra la reacción del personaje y seguidamente lo que dijo, o deja que él mismo muestre con sus acciones lo que necesita decir.

¿Y qué hay del contar?

Mostrar es importante, sí, pero hay que tener cuidado con llenar la narración de imágenes, en el equilibrio reside la virtud y debemos compensar el “mostrar” contando de vez en cuando; cada forma de narrar tiene su utilidad y hay que saber distinguir cuándo usar una y cuándo otra.
Es conveniente contar cuando queremos agilizar la narración dando alguna información que, aunque pertinente, no es tan importante. Generalmente la historia de fondo de los personajes se cuenta, si tuviéramos que mostrar todos los detalles nuestra novela sería interminable (además de un auténtico tostón) Lo mismo ocurre cuando queremos dar un salto en el tiempo o hacer que éste pase, o para conectar escenas de forma rápida y efectiva.

Hay que tener en cuenta que contar es narrar con palabras generales o abstractas un evento o situación, mientras que mostrar es narrar con palabras específicas que evocan imágenes concretas. Eso significa que la narración que cuenta es más rápida, general e informativa mientras que la que muestra es más lenta, detallada y vívida.

Esto nos da una pista útil a la hora de elegir cuándo usar cada forma de narrar. La siguiente fórmula puede también ser de ayuda para conseguir una narración equilibrada:


A continuación os dejo un cuadro comparativo y un par de ejercicios que podéis usar para practicar el arte de mostrar… y de contar.



¡Suerte y a disfrutar narrando!


Construyendo la novela

3 estructuras argumentales que funcionan


Antes de empezar a hablar de estructuras argumentales me gustaría aclarar algunos términos que para algunos de vosotros pueden no entrañar ningún misterio pero que, según he podido ver, son a veces motivo de confusión. Es importante distinguir entre argumento (según la RAE, sucesión de hechos, episodios, situaciones, etc, de una obra literaria) y estructura argumental, que es la disposición y orden de las partes importantes en este caso de la historia.
Dicho de otra forma, el argumento está compuesto por los hechos de la historia concreta que quieres contar y la estructura argumental es la plantilla general donde puedes colocar tu argumento, un mapa que lleva marcado el lugar y orden de los puntos más importantes en la novela (crisis, clímax, resolución, subidas y bajadas de tensión) Una estructura argumental se puede utilizar en muchas novelas, pero el argumento es único para cada obra.


La importancia de la estructura

Hecha esta distinción, os cuento por qué usar una estructura argumental es tan importante. Algunos autores, generalmente cuando están empezando, escriben tal cual “les va viniendo” la historia, algunos incluso consideran que organizar antes el argumento y estructurar la novela quitará magia o encanto al acto de crear y que la creatividad quedará constreñida a los límites del esquema argumental. Nada más lejos de la realidad.

Tener clara la estructura de nuestra novela, decidir qué hechos principales tendrán lugar en la historia y en qué orden los contaremos nos aporta una base sólida y profesional a partir de la cual desarrollar nuestra creatividad, tener un mapa que nos guíe hará más cómodo y seguro nuestro viaje, seremos capaces de hilar tramas más complejas y efectivas sin perdernos ni cometer errores de coherencia argumental y podremos ir escribiendo con paso firme hasta el final en lugar de dejarlo todo en manos de una inspiración caprichosa.

Cuanto mejor conozcáis las herramientas de que disponéis más fácil os será usar los recursos y más profesional será el resultado de vuestro trabajo. El conocimiento del oficio de escritor aporta destreza y seguridad como autor. Y no os preocupéis por “la magia”, el acto de crear mundos ficticios, dar vida a los personajes y construir desde la nada toda una historia ya es un acto mágico, y esa magia no está reñida (ni se pierde) con un buen uso de la técnica.

Actualización de las estructuras narrativas

Paso a hablaros sobre las tres estructuras argumentales que mejor funcionan actualmente. Y digo “actualmente” porque la mente de los lectores de hoy no está configurada de la misma forma que la de los lectores de hace siglos, por lo que las estructuras antiguas no son interesantes para un lector de nuestros días a un nivel subconsciente; el público actual está acostumbrado a un ritmo más fuerte y unos esquemas más complejos que el de hace no solo siglos sino simplemente décadas.

Estructura: La Pirámide de Freytag
Por ejemplo, la sencilla estructura de la Pirámide de Freytag (o estructura en tres actos) de las antiguas obras griegas hoy día solo se usa para los cuentos infantiles, pues la simpleza de su desarrollo es entendible para los niños pero sumamente aburrida para un joven o adulto de hoy. Los que voy a mencionar son esquemas actuales que funcionan con el público de hoy, el que leerá vuestras novelas.



La curva de Fichte (the fichtean curve)

Es la estructura más popular y más usada en todo tipo de novela joven y adulta actual. El esquema que sigue sería el siguiente:
  • Apertura con una subida de tensión en la que se da una breve y concisa exposición (en la exposición se presenta al personaje, la situación y el conflicto)
  • Durante la primera mitad de la novela se van dando crisis (cada vez mayores) con subidas y bajadas de tensión, mientras se va desarrollando la exposición y vamos conociendo mejor a los personajes y la situación.
  • Aproximadamente tras 2/3 de la novela encontramos el clímax, el momento álgido de la historia con el máximo nivel de conflicto.
  • Tras resolverse el conflicto, en el restante 1/3 de la novela tenemos una caída de la tensión, una disminución considerable de la acción; es el momento de atar cabos sueltos y dar respuesta a las preguntas pendientes, hasta llegar a la normalización de la situación para los personajes.
Estructura: La curva de Fiche
Esta estructura argumental engancha muy bien al lector porque las continuas crisis hacen que no se aburra, los personajes no tienen apenas descanso y el lector simpatiza con su “sufrimiento” al tiempo que desea saber si el héroe conseguirá superar todas esas crisis y vencer al adversario (lo que ocurre normalmente en el clímax).


El viaje del héroe (the heroˈs journey)

Esta estructura es perfecta para novelas de fantasía, ciencia ficción, aventuras y ciertas obras de terror. Se enfoca más que ninguna otra en la transformación del protagonista y sigue el siguiente esquema:
  • Apertura con un héroe común (normalmente incluso anodino) en un mundo conocido que le es familiar y controla.
  • Pronto recibe una llamada a la acción, que usualmente rechaza a la primera pero que, tras la aparición del mentor y la presión de éste, acaba aceptando. Tras esto el héroe entra en la aventura.
  • El protagonista se adentra en un mundo que le es desconocido, lleno de problemas y obstáculos, donde se suceden distintas crisis y debe luchar contra un poderoso adversario.
  • Tras un tortuoso camino, el héroe sufre una muerte y renacimiento (reales o figurados) con lo que experimenta una transformación; ahora toma posesión de su verdadera identidad y de su rol, entiende el mundo en el que se ha adentrado y está preparado para el enfrentamiento.
  • El héroe se enfrenta al antagonista, lo vence y enmienda los errores del pasado.
  • Normalmente tras este clímax inicia el camino de regreso al viejo mundo conocido pero ya con nuevos conocimientos y visión renovada.
Estructura: El viaje del héroe
Esta estructura funciona muy bien porque nos muestra ese “algo más” que se esconde tras la vida cotidiana, todos queremos creer que existe más que lo que podemos ver a simple vista, y este tipo de historias nos permiten, de la mano del héroe, poblar esos mundos y vivir esas aventuras mientras crecemos en experiencia y sabiduría con los personajes.


In media res

Esta estructura se denomina así justamente porque empieza por la mitad de la historia. Funciona muy bien con las novelas de misterio e intriga, además de las de terror que incluyen mucha acción. El esquema que sigue es el siguiente:
  • Apertura en mitad de la historia, generalmente en la segunda o tercera crisis.
  • Durante ¾ de la novela se va contando el principio de la historia con flashbacks (sueños, recuerdos, conversaciones…) que se intercalan con la exposición y las crisis.
  • A los ¾ llega el clímax y tras éste la caída de la tensión y la resolución; en este último ¼ de la novela se atan cabos y se terminan los flashbacks si aún quedaba algo del principio por contar.
Estructura: In media res




La mayor fortaleza de esta estructura radica en el doble efecto de gancho que proporciona el principio: el lector no solo siente curiosidad por lo que le ocurrirá al personaje (gancho 1) sino también por lo que le ha llevado a esta situación de crisis con la que comienza la novela (gancho 2).




Éstas son las estructuras más importantes y efectivas. Si observáis bien la mayoría de las películas actuales de mayor éxito siguen alguno (o varios) de estos esquemas. Podéis fijaros y lo descubriréis con facilidad. Pensad también en las novelas que más os han gustado, ¿qué estructura siguen? Si queréis practicar con estas estructuras, muy pronto os dejaré, en el apartado de recursos, unas fichas que os pueden ser de utilidad a la hora de encajar los hitos de vuestra novela en uno de los tres esquemas.

Espero que os haya interesado este tema, a mí me parece útil y práctico. Más adelante lo complicaremos un poquitín más, os hablaré de las estructuras argumentales aplicadas a una serie. Suerte con la práctica y ¡que disfrutéis construyendo! ;-)





La voz del autor

Descubre qué es y cómo puedes desarrollarla


La primera vez que alguien me habló de encontrar “mi voz” no era más que una estudiante de secundaria buscando una guía con la que encaminar mis pasos. Había descubierto ese maravilloso mundo de la escritura muy temprano y, después de algunos años dedicándome a escribir lo que me apetecía tal y como iba surgiendo de mi cabeza, mis historias se habían ido complicando.

Leía y escribía compulsivamente, deseaba mejorar mi forma de escribir, mi estilo, mi técnica, crecer… En aquella época no había foros literarios o blogs en internet con miles de consejos sobre cómo avanzar en tu camino como escritor, así que no se me ocurrió otra cosa que buscar consejo en mi profesora de Literatura, una persona a la que admiraba profundamente por su erudición, su seguridad y su capacidad para transportarme al interior más recóndito de cualquier texto literario.

Tubo la paciencia de leer algunos de mis trabajos, me dio algunos consejos, me recomendó algunas lecturas y, como si fuera lo más natural del mundo, me dijo que tenía que “encontrar mi voz”. Aquellas palabras tuvieron un efecto de ábrete-sésamo en mí y, desde entonces, me dediqué con persistencia a aquello que parecía la clave de todo: encontrar mi voz.


Muchos autores hablan de la importancia de encontrarla, pero ¿qué es la propia voz?, ¿se nace con ella o se crea?, ¿cómo y dónde la encontramos?, ¿puede hallarla cualquiera o se necesitan aptitudes especiales? y, lo más importante, ¿cómo la mantenemos y la pulimos para hacer de ella nuestra mejor voz, nuestra voz auténtica?


Entender la voz

La voz de un autor es su estilo único y distintivo, lo que lo hace diferente de otros autores, es como una huella dactilar o la voz propiamente dicha. No se trata de las técnicas literarias que utiliza ni de sus métodos de escritura, sino de una combinación entre la forma de aplicar esas técnicas y de construir sus universos, y su manera de manejar los recursos narrativos (la dicción, la sintaxis, el tono, las figuras retóricas y motivos literarios, etc…)

Todos tenemos nuestra propia voz, se va desarrollando dentro de nosotros sin que nos demos cuenta pues está formada por nuestras vivencias, lo que vamos experimentando y las múltiples facetas que van moldeando nuestra personalidad. Otra cosa es que la hayamos descubierto o no, porque cuando el autor aún no se ha desarrollado su voz única subyace bajo capas y capas de influencias, desdibujada entre una amalgama de colores ajenos. Se trata pues de separar el grano de la paja, por así decirlo, apartar todo lo que no es nuestra voz y, una vez aislada, pulirla hasta que brille con luz propia.


Proyecto en desarrollo

La voz de un autor está formada por las experiencias que éste ha vivido y que lo han llevado a ser como es, que lo han moldeado como la persona que ahora es. Todas esas experiencias impregnan su escritura, escriba o no explícitamente sobre ellas.

Los intereses del autor también tienen su reflejo en su voz, ya que normalmente escribimos sobre lo que nos interesa y esas preferencias forman parte de nuestras huella personal, impresa en nuestras obras.

Otro elemento que conforma la voz del autor es su personalidad. Independientemente de los personajes que cree o del narrador que utilice, el autor escribe desde su interior y éste está vestido con cierta personalidad que deja rastros específicos en su escritura.

El desarrollo técnico que el autor ha ido experimentando también se tiene en cuenta aquí, la voz está influenciada por las herramientas que se han ido adquiriendo y por la forma en que se han ido desarrollando. Y es que la voz es un proyecto siempre en desarrollo que se va formando a base de práctica.

Pero la voz no solo refleja aspectos internos del autor, también está influenciada por otros autores. Antes de encontrar el nuestro, tendemos a imitar el estilo de escritores que nos gustan, probablemente afines a nuestra propia voz, como tendencia inconsciente que nos ayudará más tarde a “soltarnos” y escribir de forma autónoma. Es como cuando aprendemos a montar en bicicleta; al principio necesitamos que alguien nos sujete la bici para no caer, cuando estamos preparados esa ayuda desaparece y ya podemos hacerlo por nosotros mismos.

El riesgo de acomodarse a un estilo ajeno es no llegar nunca a librarnos de esas influencias y dejar nuestra propia voz oculta entre sus ecos. Es por ello que, para encontrar nuestra voz genuina es necesario desprenderse de la influencia de otros autores. Primero tenemos que identificar cuáles son esas influencias, esas otras voces que no son la nuestra sino la de éste o aquel autor que nos encanta. Una vez identificado lo que no es nuestra voz podremos descubrir lo que no está influenciado, lo que es auténticamente nuestro, aquello que hemos escrito usando nuestra propia voz.


Desarrollar la voz

Descartadas las influencias externas, hemos descubierto nuestra voz única y deseamos usarla, pero queremos que dé lo mejor de sí. Al igual que podemos encontrar una gema en bruto y dejarla como está, tenemos también la posibilidad de limpiarla, pulirla y darle su mejor forma hasta que resplandezca. Pero ¿cómo trabajar esa gema para que brille por sí misma y no vuelva a confundirse entre las demás piedras? He aquí tres consejos básicos: leer, escribir y confiar.


Leer mucho y variado es fundamental para cualquier escritor, y pongo énfasis en “variado” porque es lo que nos ayudará a descubrir qué estilo nos atrae más y nos va mejor (a veces podemos sorprendernos) Si solo leemos obras de nuestro autor favorito acabaremos imitando su voz y si leemos solo determinado estilo nos impregnaremos de ello tiñendo al mismo tiempo nuestra voz.

Escribir mucho es un consejo tan básico como evidente, pues ¿qué hace el escritor sino escribir? Cuando más escribas más rápidamente desarrollarás tu estilo propio y más eficazmente pulirás tu voz. Puedes probar la escritura libre cada día durante al menos 10-15 minutos; no edites, no pienses demasiado, solo déjalo fluir y escribe lo que vaya saliendo directamente de tu interior, es la forma más efectiva de hacer a tu voz salir de su escondite.

Lo que nos lleva a la confianza. A veces la propia voz se esconde porque tememos no ser lo suficientemente buenos, así que imitamos a los que creemos que sí lo son. No temas mostrar tu estilo propio, sal de tu zona de confort sin miedo a sacar tu voz a la superficie y usarla, no hay motivos para pensar que no será tan buena como la de éste o aquel autor, será distinta, será genuina y auténtica, por tanto valiosa.

Confía. Pero no ciegamente sino después de observarte y reconocer las fortalezas y debilidades de tu escritura. Una vez sepas dónde brillas más podrás aprovecharlo, y una vez identifiques dónde te falta lustre podrás investigar cómo mejorar esos aspectos, aprender y evolucionar. Cuanto más conozcas tu escritura más fácil te será mejorarla, cuanto más mejores y evoluciones más cuenta te darás del camino que has recorrido y la seguridad en ti mismo como autor aumentará. Ésa es la confianza que hará emerger tu voz, sin miedo, con seguridad, lista para demostrar que es capaz de brillar con luz propia.


Todo creador evoluciona y toda evolución requiere tiempo y esfuerzo. No creas que vas a encontrar tu voz de la noche a la mañana y que ésta va a aparecer ante ti pulida y perfecta. Ten paciencia, es el consejo último para todo aquel que decide recorrer un camino creativo, avanza sin prisa pero sin pausa, con paso firme pero sin presionarte excesivamente si las cosas no llegan cuando las esperas o tan pronto como creías. Sigue trabajando, leyendo, escribiendo, aprendiendo y confiando, y verás como un día miras hacia atrás y te sorprendes del largo camino que has recorrido :-)






Labor de detectives

7 pasos para documentar con éxito tu novela


La investigación es una de mis pasiones y documentar novelas una de mis actividades favoritas, pero me consta que no todo el mundo siente lo mismo que yo hacia la labor documental, a algunos escritores les resulta un paso necesario pero tedioso.


Ya que elegimos los temas sobre los que queremos escribir porque de una u otra forma nos atraen, zambullirnos en esas aguas llenas de motivos que nos apasionan puede resultar tan atractivo como abrumador o incluso “peligroso”… y es que a la hora de ponernos a investigar es tal la cantidad de información que podemos recabar, que es tremendamente fácil perderse, irse por las ramas, malgastar el tiempo o simplemente abandonar el proyecto porque nos da la sensación de que aquello es “demasiado grande” o excesivamente complicado como para que podamos manejarlo.

Para mí la clave es una organización eficaz con la que poder optimizar nuestros recursos; no solo me funciona para no perderme en un océano de información sino también para disfrutar más aún de esa fase de la creación de la novela que supone toda una labor de detectives.

A continuación te muestro cuáles son los siete nudos de esa cuerda que uso para bucear en la documentación y que me permite volver siempre a la superficie con los bolsillos llenos de tesoros ;-)


1. Identificar los tópicos principales

Identifica cuáles son los tópicos generales sobre los que necesitas aprender para escribir tu novela sin caer en incongruencias o anacronismos. Generalmente se trata de temas amplios como la época, el lugar, grandes eventos o motivos generales.

Ver caso práctico
(novela El ídolo)
Descárgate la ficha documental
para tópicos principales
















2. Identificar sub-tópicos

Identifica cuáles son esos otros tópicos que necesitas para pulir los detalles y dar más realismo a tu historia. Aquí investigas lugares y eventos específicos, asuntos como la moda de la época, las costumbres de un determinado grupo social, nombres de uso común en ese momento y lugar, procedimientos, etc.

A veces mientras escribimos nos topamos con un detalle que desconocemos, un sub-tópico con el que no habíamos contado y que por tanto no hemos investigado. En este caso te aconsejo dejar un espacio en blanco y poner una marca, añadir el tema a tu lista de sub-tópicos para investigar más tarde y seguir escribiendo o de lo contrario la investigación interferirá en el flujo creativo. Siempre puedes volver más tarde después de documentarte con tranquilidad y, con la duda ya resuelta, rellenar ese espacio.

Ver caso práctico
(novela El ídolo)
Descárgate la ficha documental
para sub-tópicos















3. Organizar los tópicos por orden de importancia

No todo lo que investigues tendrá el mismo peso, que dependerá del uso que le vayas a dar a la información. Por eso es útil tener claro cuáles son los tópicos indispensables y a cuáles puedes dedicar menos tiempo y recursos. No tiene mucho sentido concertar una entrevista con un profesional de un tema concreto si ese tópico lo va a mencionar de pasada y una sola vez un personaje terciario en una secuencia puente de la novela.


4. Establecer el objetivo de cada tópico

Cada tema que investigues lo haces por algo, con la finalidad de adquirir un determinado conocimiento que te sirva para escribir una novela mejor en distintos aspectos. Cada tópico pues debe cumplir un objetivo, si no lo hace lo puedes descartar directamente porque solo estará consumiendo tiempo y recursos que no estás dedicando a la investigación útil.

Ver ejemplo con el caso práctico de El ídolo

El objetivo está relacionado normalmente con toda la novela cuando es un tópico general y con una parte de ella cuando se trata de un sub-tópico, una escena, un detalle concreto… Determina la parte con la que cada tópico está relacionado y establece los objetivos. Así sabrás perfectamente dónde aplicar la documentación a la hora de escribir.


5. Identificar y usar las fuentes

Hoy día puedes conseguir una enorme cantidad de información sin moverte de casa, pero no siempre serán datos válidos y a menudo hay que estar alerta para discriminar y tomar solo lo que nos sirve desechando todo lo demás.

Estas son las principales fuentes de donde puedes extraer información:


Libros

La forma tradicional. Tus propios libros y/o de biblioteca. Normalmente cuando un tema nos interesa (motivo por el cual hemos decidido escribir al respecto) tenemos en casa amplia literatura sobre ello, al menos sobre los tópicos principales, pero siempre podemos acudir a una biblioteca para ampliar.

No hace falta que nos leamos de principio a fin cada libro que caiga en nuestras manos sobre la materia que estamos investigando, optimizaremos el tiempo si buscamos en el índice exactamente el asunto que nos interesa. En determinados casos también puedes usar reseñas o resúmenes. De cualquier forma, si usas libros para tu investigación procura que sean versiones actualizadas y fiables, no todo lo que está impreso es verdad indiscutible.


Internet
La gran fuente donde encuentras prácticamente todo lo que busques… y más. Entre tal cantidad de información debes tener cuidado de separar el grano de la paja. Visita páginas web fiables y serias, de organizaciones especializadas, de universidades, etc. Wikipedia es una gran enciclopedia virtual donde puedes obtener mucha documentación válida, pero sé crítico y no te quedes solo con una fuente, contrasta la información para asegurarte de que no estás recopilando datos falsos.

Ver tablero del caso práctico
en Pinterest
Internet te ofrece además un montón de recursos gráficos que te pueden servir no solo para mejorar tus descripciones sino también como fuente de inspiración. En Pinterest, por ejemplo, puedes encontrar una gran cantidad de fotos de buena calidad de los más diversos temas; te recomiendo abrir una cuenta si no la tienes ya y crearte tableros por tópicos, es una magnífica forma de tener bien organizada la información gráfica (recuerda que también puedes guardar vídeos y artículos en tus tableros) y que además te puede servir para compartir con tus lectores cuando tengas terminada tu novela, en forma de “extras” para promocionar en redes sociales.


Entrevista a expertos 
Si tienes la posibilidad de obtener información de un experto en la materia que investigas, hazlo, te puede dar una visión distinta además de servirte de contacto.

Antes de acudir a la entrevista, procura investigar al entrevistado, leer algo sobre lo que ha escrito o informarte acerca de su trayectoria profesional. Prepárate bien las preguntas y acude a la entrevista puntual, mostrando profesionalidad y un serio interés.

No confíes en la memoria (no es profesional y te puede dar sorpresas desagradables), toma notas y, si el entrevistado no tiene inconveniente, graba la conversación. Muestra tu gratitud no solo agradeciéndole el tiempo que te ha dedicado sino mencionándolo en tu libro con un comentario agradeciendo su colaboración y regalándole un ejemplar de la novela.





In situ

Si te es posible, visita el lugar donde tendrán lugar los hechos de tu novela, esto te permitirá empaparte de ambiente y mejorar el realismo y la viveza de tus descripciones, además siempre te ayuda a meterte más en la historia, como si fueras uno de los personajes (¡o todos!) Saca fotos y vídeo, toma notas, haz preguntas, graba tus impresiones y la información que consigas recopilar. Este material te servirá también para compartir en redes sociales cuando hayas publicado tu novela.


Ver caso práctico: Artículo "El germen de una novela", sobre El ídolo de Eva Lara.

Los museos y otros lugares temáticos pueden suponer una visita interesante de cara a la labor documental. Ve preparado con una lista de lo que quieres averiguar y toma toda la información útil que te sea posible (folletos, fotos si está permitido, notas…) siempre respetando las reglas del recinto.

Pregunta si hay guías o profesionales del tema a los que puedas dirigirte, ellos pueden aportar información extra que no está expuesta y que puede serte de utilidad.

Sea cual sea tu visita, te recomiendo organizar la información ese mismo día si puedes, cuando aún la tienes fresca.


6. Crear una agenda de investigación

Es fácil perderse en la maraña de documentación y te puedes pasar horas y horas buceando entre libros, páginas web y montones de datos. Para lograr optimizar esas horas y no estar solo investigando (en lugar de escribiendo) es conveniente prepararse una agenda de documentación. Para ello puedes considerar aspectos como:
  • ¿Qué días vas a dedicar a investigar?
  • ¿Cuánto tiempo al día?
  • ¿Qué fuentes vas a usar?
Prepárate una agenda marcando en ella los días y horas que dedicarás a ello y también las posibles citas para entrevistas o visitas para recabar información fuera de casa.

Ver caso práctico (novela El ídolo)
Descárgate la Agenda Documental

7. Aplicar la documentación

Normalmente llegarás a aplicar solo una parte de lo que has investigado, pero lo importante es que lo hayas aprendido para poder escribir con conocimiento y evitar meteduras de pata que deslucirán tu historia. Sin embargo, aunque ahora seas un experto en la materia, conviene no marear al lector (que probablemente no lo es) con tecnicismos que no entenderá solo para que se vea que sabes mucho del tema, eso resulta pedante y el lector perderá interés.

No vomites la documentación en la novela, el lector no quiere leer un libro de historia ni un manual sino una historia bien ambientada, evita los largos y pesados párrafos documentales, entremezcla la información recabada con la historia de los personajes, usa los diálogos para dar información, la descripción de ambientes y los eventos de la novela para mostrar en lugar de contar lo que has averiguado en tus investigaciones.

Por último, sé un poco flexible. Es importante ser preciso y veraz pero no te obsesiones con los hechos, ten en cuenta que estás escribiendo ficción, permítete alguna licencia (dentro de los límites de la discreción) si hace falta para encajar todas las piezas en tu historia. Todo en su justa medida, no es lo mismo una impresión del tipo “monje medieval usando un teléfono móvil en pleno siglo XIII” que una del tipo “personaje que en abril de 1948 usa una cámara que no se lanzó hasta junio de ese mismo año”. Son ejemplos extremos pero seguro que entiendes lo que quiero decir.

Una buena labor documental es muy importante y puede ayudarte a llevar tu novela a otro nivel, pero ten en cuenta que sigue siendo trasfondo, soporte, ayuda, y que debes tratarla como tal, no darle más peso que a la propia historia porque al fin y al cabo es tu historia la que quieres contar y por la que estás escribiendo tu novela.

A continuación te paso un caso práctico y unas fichas documentales que te pueden ser de ayuda a la hora de organizar tu investigación.

¡Suerte y a investigar! ;-)



CASO PRÁCTICO: Novela El ídolo   

Ficha documental I. Tópicos
Ficha documental II. Subtópicos
Ficha documental III. Agenda

FICHAS de DOCUMENTACIÓN para descargar

Ficha documental I. Tópicos
Ficha documental II. Subtópicos
Ficha documental III. Agenda






Con la miel en los labios

10 formas demoledoras de acabar tus capítulos


El final de un capítulo puede ser tan decisivo como el principio de la novela. Un buen comienzo invita al lector a seguir leyendo, pero después de conseguir ese objetivo hemos de lograr que continúe avanzando y que, capítulo tras capítulo, siga enganchado hasta llegar a la última página. En este sentido un buen final para cada capítulo es crucial, pero… ¿qué es un buen final?


Un incentivo

El final perfecto para un capítulo es aquel que supone para el lector un motivo para continuar leyendo, un incentivo para no parar; si hemos planteado la pregunta adecuada y le hemos dado suficiente información como para dejarlo con la miel en los labios, habremos conseguido nuestro objetivo y tendremos el cierre de capítulo adecuado.

Como en todo, el exceso no es recomendable; no se trata de hacer de cada final un “cliff-hanger” (ese momento culminante que deja al lector en suspense) porque si utilizamos este recurso de forma repetida en una misma historia, la estructura se volverá monótona y perderá efecto. De lo que se trata es de plantear una pregunta lo suficientemente poderosa como para que el lector muera de ganas de conocer la respuesta.

A continuación encontrarás algunas ideas para plantear esas preguntas que pueden serte de utilidad a la hora de finalizar tus capítulos.


1. Un conflicto cercano

Haz que el capítulo se vaya calentando de manera que acabe justo cuando está a punto de llegar al nivel de conflicto. Tu lector querrá saber si explota y cómo se resuelve, así que seguirá leyendo para averiguarlo.

2. Un secreto

El ser humano es curioso por naturaleza y descubrir que existe un secreto oculto supone una tentación demasiado grande para dejarla correr sin más. Si anuncias la presencia de un secreto al final de un capítulo, tu lector querrá desvelar el misterio y seguirá leyendo.

3. Una gran decisión

Dejar a tu personaje, al final de un capítulo, ante el dilema de una gran decisión será como dejar al lector colgado del mismo precipicio. Su decisión, por supuesto, será seguir leyendo para descubrir si el héroe se decanta por un camino o por otro.

4. El anuncio de un evento sorprendente

Sin esperarlo de repente el lector se encuentra metido hasta el cuello en una situación inesperada. ¿Cómo ha ocurrido esto?, se pregunta, eso sí que no se lo esperaba… Al lector le gusta que lo sorprendan de vez en cuando, no quiere ser capaz de anticipar cada movimiento de unos personajes previsibles, y si el choque llega justo al final de un capítulo, habrás logrado tu objetivo una vez más. Cuando consiga salir del estupor, solo podrá pensar en averiguar qué pasa después… y seguirá leyendo.

5. Un momento emotivo

Una escena de gran emotividad al final de un capítulo provoca preguntas; ¿cómo lidiará el héroe con esas emociones?, ¿habrá repercusiones derivadas de ese clímax? Un momento emocionalmente fuerte no deja indiferente al lector y querrá saber qué sigue a una escena como ésa… así que seguirá leyendo.

6. La vuelta a la tortilla

Un revés en la trama, que cambia por completo el signo de la historia, es otro factor que genera preguntas en la mente del lector; si creía saber hacia dónde se encaminaba la acción, nuevas incógnitas ocupan el lugar de sus antiguas suposiciones. La única forma de averiguar qué pasará en esta nueva situación es seguir leyendo, y adivina qué hará tu lector ;-)

7. Una nueva idea

Cuando todo parece conducir a un callejón sin salida y las opciones parecen haberse acabado, el héroe llega con una nueva idea que reactiva la historia y hace que avanzar sea de nuevo posible. Por supuesto una nueva idea presentada al final de un capítulo plantea la pregunta definitiva: “¿funcionará?”. Si el lector quiere saber la respuesta, tendrá que seguir leyendo.

8. Una pregunta no contestada

El enunciado lo dice todo… si el lector quiere conocer la respuesta, ya sabe lo que tiene que hacer.

9. Una metáfora significativa

Algo fuera de lo común, un suceso inusual que tiene que significar algo, pero ¿qué?, ha ocurrido un portento, todo el mundo ha quedado impresionado, ¿y ahora qué?, ¿qué significa?, ¿qué indica?, ¿una tragedia?, ¿un cambio radical en las vidas de los personajes? Si consigues despertar estos interrogantes en la mente de tu lector, ten por seguro que seguirá leyendo.

10. Un giro inesperado

Aunque no tan radical como el punto 6 (la vuelta a la tortilla), un giro inesperado en la historia es más que conveniente al menos al final de un capítulo, pues reavivará el interés del lector y despertará su curiosidad ante la nueva situación. ¿Qué nuevos retos se plantean al héroe?, si quiere descubrirlo… seguirá leyendo.


Como ves, el secreto consiste en plantear preguntas al final de cada capítulo, incógnitas que el lector quiera resolver. Usa todas estas opciones, juega con ellas y ve alternándolas en tus finales, dejando siempre al lector deseando saber más, dale motivos para seguir leyendo y llegará a la última página antes de darse cuenta.









Un comienzo convincente

10 consejos para el inicio de tu novela


Has tenido una gran idea para escribir tu próxima novela, has tomado notas y hecho tus esquemas y organigramas, has investigado todo lo necesario para documentarte bien y tienes claro lo que quieres contar. Entonces viene la pregunta de turno: “¿y por dónde empiezo?”. Puedes empezar por donde quieras, por el principio, medio, final… es lo bueno de tener un camino trazado y una guía para el desarrollo de la historia. Pero de lo que te voy a hablar a continuación es del inicio de tu novela, de lo que se convertirá en las primeras páginas, lo primero que el lector conocerá de tu obra.


Éste es uno de los puntos más importantes y que debes cuidar especialmente ya que es como la carta de presentación de tu novela, el recibidor de la casa, el sales pitch de tu historia, y de su calidad dependerá que el lector pase al interior de la casa o dé media vuelta y salga por donde entró. No importa cuán bueno sea el resto del libro, si el inicio no funciona el lector no seguirá leyendo y perderás la oportunidad de mostrarle el resto.

Dicho esto, supongo que estarás deseando saber cómo mejorar el comienzo de tu novela, así que allá van unos consejos que pueden ayudarte:

1. Sin historias de fondo

Evita empezar la novela con historias de fondo, a nadie le interesa conocer el pasado de un personaje que aún no ha sido ni presentado. Las historias secundarias y explicaciones son importantes para saber de dónde viene un personaje o cómo se ha llegado a determinada situación, pero no tiene sentido servirlas antes de dar un mínimo de información sobre la historia principal.

2. Abre con personajes


Lo que conecta con el lector son los personajes; por muy buena que sea la historia y mucha acción que tenga, sin los personajes el lector no tiene con quién identificarse o por quién sentir lo que quiera que planees hacerle sentir. Abrir la historia con un personaje es por tanto conveniente, mejor aún si ese personaje (o uno de ellos si abres con varios) es el protagonista.


3. Engancha desde el inicio

El comienzo de tu novela será más eficaz si lo conviertes en un catalizador, una ficha de dominó que cae y desencadena toda una serie de acontecimientos. Tras la caída de esa primera ficha el lector querrá saber cómo cae el resto de las piezas, cuáles son esas fichas y hasta dónde llegará el “efecto dominó”.

4. Abre con un conflicto

Sin conflicto no hay historia. El conflicto es lo que hace que la narración se vaya desarrollando mientras trata de resolverse, es lo que hace que el lector vaya pasando las páginas porque quiere saber si llegará o no a solucionarse. Incluir un conflicto en el inicio de la novela ofrece impacto y ayuda a enganchar al lector.



5. Un comienzo movido

Más que una escena de acción, el inicio necesita “movimiento”, algo que dé sensación de progresión, de que la historia no está congelada desde el comienzo sino viva y dispuesta a avanzar. Puedes usar una situación de urgencia, un personaje que está viajando o simplemente moviéndose, la cuestión es que se muestre una progresión física.

6. Abre con una pregunta



Las preguntas sin contestar crean intriga, está en nuestra naturaleza tratar de resolver un interrogante que se nos ha planteado o encontrar la respuesta. Aunque solo sea por simple curiosidad, si se plantea una buena pregunta al inicio el lector continuará leyendo.



7. No confundas, guía

Si abres la novela planteando interrogantes, cuida de no despistar demasiado al lector o lo perderás en el momento en que se pregunte: “¿Pero de qué va todo esto?”. No se trata de confundirlo sino de despertar su curiosidad, y para eso debes darle la dosis adecuada de información, guiarlo para que él mismo formule los interrogantes adecuados, los que él mismo querrá después resolver.

8. Establece una escena inicial


No se trata de comenzar con una tediosa descripción de la escena (probablemente así aburrirás al lector en lugar de engancharlo y conseguirás el efecto opuesto a lo que pretendías conseguir) sino de establecer la situación, presentar de forma concisa pero efectiva lo que está ocurriendo. De esta forma planteas el dilema del héroe y, si es suficientemente atractivo, enganchas al lector, que querrá descubrir cómo conseguirá el personaje lidiar con la situación.
9. Establishing shot

Abrir de esta forma tiene mucho que ver con el punto anterior, pero es como una puesta en situación a la manera cinematográfica. Se puede iniciar la novela con una o dos frases en que se presenta a los personajes principales y su posición de partida.

10. Establece el tono

El inicio establece (o debería hacerlo) el tono de toda la novela, aquí el lector sabrá qué tipo de historia tiene entre manos, así que debes ser muy cuidadoso a la hora de establecer el tono adecuado para no despistar y que el lector, al seguir leyendo, se sienta decepcionado porque “esto no es lo que parecía…” Cuida también, por supuesto, de no destripar la novela al principio, el tono se puede marcar dando suficiente información como para identificar la historia pero sin llegar a contar más de la cuenta.


Y ahora... ¿sabes ya cuál va a ser tu comienzo? ;-)
Suerte y ¡a escribir!